miércoles, 25 de marzo de 2009

¿Qué si lloré? Claro que si, y mucho, pero ya no. Me embriagué y fumé muchos más cigarrillos que de costumbre y tuve problemas para dormir. Me levantaba a las 7 de la mañana aún los domingos.

Sucedió lo que tanto temía que sucediera y dolió. Aún cuando él todavía decía no saber cuál sería su decisión yo sí lo sabía, y por eso cuando llegó la confirmación yo ya lo tenía digerido. Pero…cómo explicarlo? Yo lo apoyo. Aún cuando varios dijeron sobre él cosas poco agradables, yo lo defendí. ¿Cómo voy a odiarlo? ¿Cómo voy a enojarme con él? No podría concebirlo. Algunos insinuaron que el que no volviera significaba que no me quería; esa es una conclusión facilista. Sé que le costó tomar la decisión, sé que hubo muchas cosas que contempló y sé que me quiere. La vida no es una telenovela y si él considera que necesita más tiempo para ver si puede lograr lo que en un principio planeó, yo lo apoyo. ¿Está mal acaso? Si nosotros tenemos que estar juntos pasará en un mes o en tres meses, acá o allá, pero yo no quiero que él se quede con la sensación de que no lo intentó lo suficiente o que no agotó las posibilidades. Que lo intente hasta que lo logre o hasta que sienta que ya no le interesa seguir intentándolo o quizás hasta que se dé cuenta de que no es eso lo que quiere. Mientras tanto yo sigo mi vida como siempre, mientras tanto lo sigo amando, alentándolo, deseándole lo mejor.

Claro que quisiera poder estar con él ahora, qué clase de hipócrita sería si lo negara? Lo extraño, extraño abrazarlo, mirarlo a los ojos y mi piel extraña su piel. Pero no se murió nada ni nadie. Nada ni nadie.

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